Con motivo de vivir, María de Montserrat

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María de Montserrat (1915-1995) es el seudónimo de María Albareda Roca, una de las voces femeninas de la narrativa uruguaya del medio siglo (aunque nacida en Camagüey, Cuba), a la que se le puede sumar los nombres de Paulina Medeiros, Armonía Somers, Clara Silva o Selva Márquez. Y «Con motivo de vivir» es, precisamente, la primera narración de cierta extensión que la autora publicó y con la que le dio un giro diferente a lo que había sido su anterior producción cuentística. De hecho, la tapa del libro consigna a «Con motivo de vivir» como una novela. Para empezar, acá se genera un buen motivo de reflexión al considerar que «Con motivo de vivir» tiene apenas cuarenta páginas en un tipo no muy apretado. Creo que el hecho de poner bajo el rótulo directo de «novela» a narraciones de algunas pocas decenas de páginas en nuestro país ha estado determinado por la gran tradición del cuento breve (3, 4, 5, 6 páginas) entre nuestros narradores fundacionales o ejemplares (Quiroga, de Viana, Espínola, Morosoli, etc.). Esa es una idea que siempre me viene cuando me encuentro con la promoción de una narración de un autor uruguayo bajo el género novelesco, y el resultado, que no llega al centenar de páginas, a veces pierde organicidad. Quiero decir: esto es algo que también alguno que otro se preguntó por el ’45… ¿Qué pasaba en Uruguay que no teníamos una tradición de novelas de largo aliento, sacando quizás el ejemplo notorio de Eduardo Acevedo Díaz? ¿Una literatura todavía muy nueva? ¿Algo hasta determinado por la tenue fuerza de la industria editorial local?
En «Con motivo de vivir» se narra siempre desde los bordes de lo conocido por el narrador, desde las incertidumbres que él tiene acerca de un amorío extramatrimonial de uno de sus familiares. Es el intento de delinear un personaje femenino ausente, siempre ante los ojos del lector en diferido. La mujer por la que el familiar se ha perdido no sólo nunca aparece, sino que ni siquiera llega a ser interesante el mismo delineamiento o lo poco que los personajes cuentan acerca de sus costumbres. Por otra parte el lenguaje extremadamente literario, retórico, donde hasta abundan los pronombres enclíticos (del tipo «prodigábale», «saliéronsele»), le da a la sustancia narrativa un tono un poco naïf o, por lo menos, un tono cuya pretenciosidad se perdió en el sobrevuelo de las décadas siguientes. Sin embargo, existen secuencias de un lirismo relacionado con el desvinculamiento involuntario del protagonista, como si fuera testigo de un exilio forzado de la vida, que nos hacen tener a María de Montserrat, al menos por esas secuencias, como una hermana atenta y menor de Clarice Lispector o de la misma Armonía Somers. También «Con motivo de vivir» contiene algunos ingredientes que lo hacen un libro muy del gusto de su época: por un lado la ya sugerida influencia demasiado evidente de la vanguardia narrativa europea, pero por otro lado algo de esa crítica que se hizo muy común del desbarrancamiento social y económico del Uruguay de la segunda posguerra. Aunque la localización del argumento no se centra en barrios montevideanos, sino en el barrio San Rafael, de Punta del Este, lo que la convierte, por lo que he leído, en una de las primeras narraciones que tienen a esta ciudad como escenario (otra había sido la novela «Eva Burgos» (1960), de Enrique Amorim, publicada en la misma colección que «Con motivo de vivir»). Es aquí, en ciertos pasajes descriptivos de los lugares, donde la narración logró despertarme algún interés. María de Montserrat logra atrapar por breves instantes el aura fantasmagórica de las casas de balneario abandonadas a su suerte en los períodos no vacacionales. Los lugares parecen cobrar una importancia que trasciende el destino de los propios personajes. Es una lástima que, al menos en esta narración, esa actitud sea solamente una parte del proceso de respiración de todo el conjunto narrativo.
El libro se cierra con dos cuentos breves, de cinco y tres páginas, titulados «Gente de otro mundo» y «Retrato a lápiz», respectivamente. En ambos se agudiza un grado de tensión que ya había asomado en «Con motivos de vivir», y es la sensación que tienen los protagonistas de ocupar de pronto un lugar en la vida que les parece ajeno, impostado, y del que se tienen que ocupar sin que se lo puedan explicar del todo. «Gente de otro mundo» posee, de hecho, una base argumental notable, pero se desperdicia como si se tratara del borrador de una historia que podría haber ganado más hondura colocando la atención del narrador en aspectos de una potencialidad riquísima que al final pasan apenas tocados a los ojos del lector.

Voy muy despacio, casi cauteloso, cruzando a veces manzanas de bosques por senderos sesgados, estrechos y blandos que salen a veredas con bancos destrozados y nomenclaturas como bajo relieves antiguos. El sol está ardoroso pero hay pequeñas grutas en muchos lugares; el aire de la noche y el color del alba permanecen rastreros aquí y allá, cerca de los muros y la maleza del camino, entre la pinocha levantada por grandes hongos amarillos, bajo los brotes plumosos de un árbol aserrado. Y siento sus bocanadas de frescura en los pies y en los tobillos. A la altura del pecho se mantiene una grata tibieza que me hace respirar como próximo a una presencia viva y enamorada pero más alto, la frente se pliega en un calor de inercia y desaliento.

Calificación: Regular.

Editorial: Alfa, Montevideo, 1962.

2 comentarios sobre “Con motivo de vivir, María de Montserrat

  1. DGB: Taine, a quien he vuelto a frecuentar por estos días (ya se enterarán), explicaría eso de lo de «novela» (y lo pocas que son hasta ya pasados los sesenta, y ni que hablar lo cortas que son…) haciendo referencia al pequeño tamaño de nuestro «medio», o a la cortedad de nuestra historia (que hace al «momento»), o a la poca conciencia de «raza». A mí me cerraría muy bien tal explicación.
    Por otro lado, el año pasado en Ismael Cortinas descubrí a Adela Cortinas, que por lo que me hablaron de ellaescribió cosas muy parecidas a María de Montserrat, lo que sin seudónimo. Menos mal que era corta la «novela», ¿no?

  2. jajaja, algo de eso…
    pero estuve leyendo un poco más sobre María de Montserrat, y según Juan Justino da Rosa la obra fundamental de esta autora es «La casa quinta» (1982). Por lo que vi parece que es una escritora que fue de menos a más.
    Abrazo grande.

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