El auto, Carlos Rehermann

Rehermann
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Alejo Murillo viaja a Rivera a reclamar la magra herencia que le dejara su tío. Tal como se detalla en el primer capítulo de esta, la sexta novela de Carlos Rehermann -autor además de Los días de la luz deshilachada (1990), El robo del cero Wharton (1995), El canto del pato (2000), la aclamada Dodecamerón (2008) y 180 (2010)-, consta de «una radio marca National Panasonic estereofónica, grande. Una radio marca National Panasonic monoaural, portátil, chica. Una caja decuadros, todos con reproducciones de acuarelas de flores en jarrones. Una mesa de comedor, con cubierta de cristal, extensible, y seis sillas de madera con respaldo de esterilla y asientos de tapizado fris de plástico. Una cámara fotográfica marca Rollei, modelo Rolleicord, en su estuche de cuero, y varios rollos vírgenes marca Agfa, de formato seis por seis. Una cajita con dos fuentes plumas marca Sheaffer, una de ellas de mujer o de niño, de carey con punta de oro. Una maquina de escribir portátil marca Smith Corona en su estuche de madera. Un automóvil marca Volkswagen modelo 1962.»

Este último es el auto que da título a la novela -y lo único a lo que Murillo da real importancia de todo lo que hereda (mucha de esa herencia la vende prácticamente regalada)- y en lo que iniciará su viaje de regreso a Montevideo. La distancia entre Rivera y Montevideo es de 497 kilómetros y una estimación standard (tomada del sitio distanciasentre.com) del tiempo que toma recorrerlas es de seis horas y media. Pero Murillo no tiene apuro, el auto es viejo y hay varios puntos en el mapa cercano -Tranqueras, Tacuarembó, Paso de los Toros- que le son significativos tanto a su propia persona como a la historia de su familia, así que se propone recorrerlos. Y a medida que va viajando, el tiempo y la distancia se deforma, toma visos de novela fantástica, mientras Alejo recorre pueblos y ciudades casi que fantasmas, desiertas, se hospeda en hoteles y pensiones escapados de lo más sórdido del imaginario colectivo, come en lugares espantosos donde la grasa ha ennegrecido para siempre los cristales de las ventanas.

Y mientras vive estas variopintas peripecias -todas narradas con humor, un humor sutil, burlón, irónico- Alejo se va cruzando con personajes insólitos que, de a poco, lo van llevando a situaciones cada vez más curiosas. Porque Alejo no tiene prisa -o razón- real para volver a Montevideo demasiado rápido. Porque la ruta atrapa y tiene a Alejo atrapado. Porque es de naturaleza curiosa y se presta a las opciones que aparecen en su camino. Y porque estas mismas opciones se van volviendo más y más extrañas y atrayentes.

No viene al caso detallar más las aventuras que Alejo vivirá en su regreso a Montevideo, porque uno de los mayores placeres que depara «El auto» es el de la sorpresa, el de no poder adivinar que pondrá Rehermann en el camino de su personaje (casi que su alter ego). Justamente eso, la sorpresa, es uno de los grandes alicientes que tiene el subgénero «road movie» (que es, como su nombre lo indica, propio del cine. Ignoro cómo será su nomenclatura en literatura) el ignorar qué espera a cada kilómetro de ruta. Y ese elemento es manejado magistralmente por Rehermann, quien le va deparando a su personaje un tour-de-force que está hermanado con la novela fantástica y la de erotismo.

Entre las muchas situaciones que Rehermann va presentando al paso de Alejo y ante los ojos del lector me quedo con una (no mi favorita, pero esta revelaría de más la trama de la novela): el «Encuentro Gaucho Internacional» que cruza a su paso por Rivera. Las imágenes que crea allí el autor son de esas difíciles de olvidar.

-¿No siente el olor a bosta?- dijo Alejo.
-Los caballos de mierda de los gauchos. O sea: la mierda de los caballos. Espere a la tarde: cinco mil caballos cagando y meando en la avenida, y esta cuadra, que es la zona más baja, es una cloaca. Ah, pero yo cierro al mediodía y me voy a la mierda, caballos de mierda, gauchos putos- aclaró el hombre, ya olvidado de la presencia de su potencial cliente, ensimismado en su destino escatológico.

Calificación: bueno.
Literatura Random House, 2015.
ISBN: 978-9974-732-61-2