El enigma de China, Qiu Xiaolong

Qiu
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el enigma de china
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A la narrativa de Qiu Xiaolong, un chino que reside hace largos años en los Estados Unidos, se la puede situar con toda justicia en el mismo escalón de la cadena trófica literaria que la de Henning Mankell, Andrea Camilleri o Petros Márkaris y su antepasado Vázquez Montalbán, a quienes podríamos anotar como representante uruguayo a Pedro Peña. Los detectives Wallander, Montalbano, Jaritos, Pepe Carvalho y el desastrado Agustín Flores cobran tal cariz que llegan a reclamar un relieve superior al de las sucesivas tramas que protagonizan. En la percepción del lector llegan a tener más vida que mucha gente de carne y hueso. El detective estrella de Qiu Xiaolong es el inspector jefe Chen Cao, cuyos rasgos son de lo más interesantes, ya que ocupa su posición en la policía de Shanghai dada su condición de “joven instruido”, en su caso gracias a los estudios de literatura china y de inglés. Sus dotes intelectuales le granjean un sitio privilegiado dentro de la pirámide del poder en un país cuyo partido único lo abarca todo, matizado empero por su ética y su don de gentes, que le generan una tensión constante entre su deber ser y el de las muchas veces inescrutables intenciones políticas. Por otra parte, además de ser un gourmet vernáculo -lo que lo emparenta sobre todo con Montalbano y Carvalho- es un amante erudito de la poesía china, amén de poeta él mismo, lo que nos recuerda al sargento poeta pergeñado por el escritor cerrillense Martín Bentancor, quien ha llegado a la misma combinación contradictoria por un camino enteramente paralelo.
El libro que nos ocupa aquí se encuentra, como era el caso de Seda roja y Muerte de una heroína roja, rebosante de poesía china, cuyas imágenes ofrecen a la investigación -y a la lectura- una densidad filosófica mayor a la acostumbrada en la literatura policial. Los poemas no son adornos gratuitos sino que establecen una relación simbólica con la trama, tanto con la de la investigación como con la del inevitable relato amoroso que vive Chen, quien novela tras novela vive entre la soledad y las hermosas mujeres. Ni hablar de la profusión de platos de la cocina china que atemperan el ritmo del relato, con sus correspondientes explicaciones e historias.
El purista de la narrativa policial encontrará lo suyo, por supuesto, ya que el libro cuenta con los muertos correspondientes y las oscuridades imprescindibles. En este caso, cobra especial fuerza el análisis del entramado del poder en el socialismo capitalista chino, concretamente en el sector inmobiliario, la denuncia de la impunidad de ciertos procedimientos policiales paralelos y la trabajosa válvula de escape en que se constituye internet para la difusión de chanchullos y opiniones. La investigación se convierte en un paseo guiado por la sociedad moderna de Shanghai, sin olvidar nunca su historia, y por los bastidores de un poder totalitario que obliga al equilibrismo sutil y lleno de tacto de Chen Cao, quien avanza a pesar de la tendencia oscurantista del régimen. No hay que ser muy perspicaz para percibir que, más allá de los perpetradores individuales, el verdadero criminal es el sistema y la incógnita es cómo y por qué murieron los muertos.
La lectura de la prosa de Qiu Xiaolong, por todo lo expuesto, merece ser contada dentro de los placeres finos de la narrativa negra y de la literatura en general.

-Ya hemos llegado. Esto es Lanting -anunció Chen-. Wang y el resto de poetas se reunieron junto a este arroyo para jugar a un juego relacionado con el vino y la poesía.
-¿Un juego relacionado con el vino?
-Los poetas echaban tazas de vino a la cabecera del arroyo para que bajaran empujadas por la corriente. Si una taza se detenía frente a uno de los poetas, éste debía componer un poema. Si no lo conseguía, tenía que beberse tres tazas como castigo. Luego recopilaron todos los poemas y Wang compuso un prólogo. Debía de estar muy borracho mientras blandía su pinscel inspirado por una escena tan exquisita. Ese prólogo consitutuye el apogeo de su caligrafía.
-Es increíble.
-Muchos años después, durante la dinastía Tang, Du Mu escribió un poema sobre la misma escena.

Lamentablemente, no podemos frenar el fluir del tiempo.
¿Por qué no, entonces, disfrutar del juego del vino junto al arroyo?
Las flores se abre, indiferentes, año tras año.
No te lamentes de que se marchiten, sino de que florezcan.

Calificación: excelente
Editado por Tusquets, Buenos Aires, 2014, ISBN 978-987-670-220-1
Título original: Enigma of China
Traducción: Victoria Ordóñez Diví